Fots del Evento

Celebración del amor y los sentidos

En el escenario volaban hojas secas y con la luz en las espaldas y una avalancha de gritos de bienvenida, Los Nocheros abrieron en Córdoba la gira nacional de presentaciones de Estado natural, con la mira puesta en la celebración de los sentidos.
El título del disco fue también el tema de la puesta en el Orfeo. En dos horas exactas de concierto, los cantores más celebrados por la sensibilidad romántica del momento aparecieron enmarcados por imágenes y climas que evocaban las sensaciones de la tierra, el agua, el aire y el fuego puestas a contar los vaivenes del amor.
La noche arrancó con la chacarera Sólo pa’ bailarla y la primera cita a la raíz folklórica que inspira el nuevo trabajo. En un segundo plano, la clásica performance instrumental de los cantantes estuvo sostenida por una batería, bajo y guitarra eléctricos, teclados y piano.
Sin pausas y casi sin diálogo con el público, Jorge Rojas, Kike y Mario Teruel y Rubén Ehizaguirre repasaron sin pausa las 12 canciones del nuevo disco y sumaron los principales éxitos de sus trabajos anteriores.

Acaloradas
Señoras agitadas y ansiosas, globos, trapos y zapateos, con cada gesto o frase que subrayaban los cantores, fueron la postal de la noche del viernes en el auditorio del Orfeo.
La platea repleta y las tribunas llenas casi en un 90 por ciento dieron el calor y movimiento que por momentos decayó arriba del escenario.
Es que si el estatismo escénico es una de las claves que potencian la actitud provocativa de l cuarteto, dos horas ininterrumpidas de canciones de amor en la misma pose, por más variedad rítmica que condimente el repertorio, vuelven monótono al trovador más seductor.
Fuera de este detalle, la actuación de los salteños no hizo agua por ningún costado y volvió a poner en primer plano la calidad que a mediados de los ‘90 transportó al combo hacia la órbita de los consagrados.
De aquella primera generación de fans, el concierto del viernes tuvo su dosis de incondicionales. Algunas hasta llegaron uniformadas con los colores de la nueva “imagen nochera”, en tonos crudos y tierras suaves, con la esperanza de uniformarse con los ídolos.
La expectativa quedó sin embargo insatisfecha porque Los Nocheros entraron y salieron de riguroso negro y prefirieron dejar los colores y la gama telúrica para el juego de imágenes de fondo.

Fantasías animadas
Decíamos que el intercambio con el público no pasó de algunas chanzas y agradecimientos, siempre a cargo de Mario Teruel, portavoz del grupo en escena.
Tal vez por la intención de sostener el ritmo del show o el apego a los climas que construían las canciones, el diálogo -esperado y celebrado por el público con aplausos y declaraciones de amor desesperadas- se limitó a encaminar la histeria hacia el ratoneo sin tapujos.
Apenas terminó Escríbeme una carta, Mario tradujo en pocas palabras las fantasías de más de una. “Imagínense que ustedes están dormidas y viene el Rubén y les toca la ventana. Atrás se mete Jorge y después entramos el Kike y yo”. Un set de tres boleros, Amor bonito, Este gran amor y No me conoces, completó la escena y poco después llegaba Entre la tierra y el cielo, coreado por todas, y el cierre con Materia pendiente en versión extendida y ritmo de aire tropical. Atrás quedaban Señal de amor, Canción del adiós, Tómame, Roja boca, Cosa peligrosa, Soy como soy, entre otros.
En los bises -hubo dos regresos aclamados durante varios minutos por el público de pie- Los Nocheros incluyeron una entrega en tono festivo con La yapa y Chacarera del rancho, y la despedida sentimental con No saber de ti y Vuela una lágrima.
Prolijos, fieles a lo que el público espera de ellos y sin espacio para improvisaciones, Los Nocheros comprobaron que hay un territorio que les sigue perteneciendo. Ellas volvieron a casa conquistadas y felices, otra vez.