Fots del Evento

Fito Páez no se cansa de ofrecer su corazón

Fito Páez te incendia y se va. Luego de proferir loas a un público respetuoso y atento al muestreo pleno y zigzagueante de su discografía, Páez abandonó el Orfeo con la certeza de haberse revelado en sus múltiples yo. El sábado por la noche, el domo vio al Páez entregado a sus desatadas musas, al que escribía por asco o aburrimiento, al que supo que la fantasía del Primer Mundo era cartón pintando y, en menor medida, al incontinente que quiere sacar el diablo de su corazón.
Además, camisa roja “sangre” y pantalón blanco, Páez tiró todas las viñetas sonoras que pueblan esa exposición descarnada de su ser que es su obra. Así, estuvo el Fito pianísimo, el furibundo, el delicado (fue exquisito el pasaje cuasi jazzístico que animó junto a Guillermo Vadalá), el que se consume feliz en funks incendiarios. Y para volver todo muchísimo más agradable, estaba el Fito dispuesto a salirse de la estrategia inicial del show y tocar fuera de libreto hasta que el cuerpo diga basta.
La presentación de Naturaleza sangre, cuya necesidad básica tenía que ver con un show que respalde un lanzamiento sonoro del entretenimiento criollo, se convirtió en un ensayo divertido, aunque riguroso, a escala estadio. Un ensayo que no omitió homenajes a Charly García (se interpretó Yendo de la cama al living) y Luis Alberto Spinetta (tocó Qué ves el cielo, de Invisible), ni la posibilidad de tildar de “boludo” al periodista Jorge Rial. Un ensayo que demuestra que el poder de conmoción del músico rosarino está intacto y que es en escena donde explota su candidez, su transparencia.
Debajo de ella, a veces, muestra la hilacha.

Sable y cucharita

El show de Fito Páez comenzó con una primera aproximación a Naturaleza sangre, el disco que lo devolvió a cierto simplismo rockero y que consiste en otro de sus obcecados strip teases del corazón. Aunque se empeñe en decir que nunca se fue del rock, ahí está el estimulante Nuevo, en el que el mismo Páez conjuga el verbo volver en primera persona y en tiempo presente. “Hacer canciones de los primeros discos es tan hermoso como hacer cucharita en la cama”, dijo el músico antes de revisar Sable chino y cumplir con creces con el ala nostálgica de una audiencia conformada por adolescentes, universitarios veinteañeros y familias.
El resto fue un largo crisol de sensaciones. Detalles: Los temas nuevos eran anunciados con largos títulos en una pantalla posterior; la confesión de que Bello Abril, dedicado a Dolores Fonzi, fue compuesto en La Cumbre, y la supremacía de la palabra corazón. Fito quiere estar “cerca de tu corazón” y no cree en nada que no salga de él. Bueno, es consecuente con su despedida: “Que haya amor, el dinero va y viene”.