Fots del Evento

Nota - Argentina-Cuba

Con el partido de voleibol entre las selecciones masculinas de Cuba y Argentina, todo el deporte de Córdoba vivió anoche una jornada histórica: el estreno del Estadio Orfeo, como soñado escenario que quisieron tener tantas generaciones de aficionados a las disciplinas de salón. El fabuloso estadio –con la cancha en el centro, arriba el negro techo totalmente acústico y las ocho mil butacas naranjas en tres de sus cuatro flancos– había sido mudo testigo, desde temprano, seguramente desde el día anterior, del trajín y la ansiedad de un puñado de dirigentes y voluntarios locales de voleibol, casi hipnotizados por lo que les tocaba vivir. Tan luego a ellos, que durante cuatro décadas sobrevivieron en canchas y casas prestadas; a ellos, que un ya lejano 1993 y cansados de ese deambular, asumieron todos los riesgos y –con lo poco que tenían–, construyeron en Alto Alberdi su propia sede, les tocó anoche el premio de ser los primeros en disfrutar del lujoso estadio, verdadero prodigio de la arquitectura y el poder económico. Primer protagonista El primer protagonista de este acontecimiento –después de los que trabajaron silenciosamente en todo el período previo–, fue el público de voleibol, que en cantidad cercana a las cinco mil personas acudió a la cita. Era sólo un partido amistoso, pero la consigna parecía ser, como expresó una jovencita, “demostrar que existimos”. No hubo autoridades, porque según una vocero de la Agencia Dacyt, se puso el acento en invitar a la prensa. Las tribunas rugieron cuando Marcos Milinkovic, a la cabeza de toda la selección argentina, apareció por una de las entradas. Unos minutos antes, se habían asomado también los cubanos, liderados por Pavel Pimienta. Luego de largos minutos dedicados a la entrada en calor y al peloteo, llegó el turno de ambos himnos nacionales. Y a continuación, la ovación para el único visitante ilustre de la noche: el villamariense Rubén Magnano, técnico de la gloriosa selección argentina de básquetbol, consagrada en Indianápolis subcampeona mundial. Carlos Getzelevich, el técnico argentino de voleibol, le regaló a Magnano un banderín y una pelota; y éste, en medio del abrazo que se dieron, le deseó a Getzelevich suerte, para su inminente compromiso mundialista. Enseguida empezó el partido y la fiesta del voleibol. Una fiesta que, poco a poco, pronto vivirá todo el deporte cordobés.